Que el corazón te palpite a cien por hora. Recuerda que llorar no suprime dolores. Que sueñes pero que no se te olvide volar. Súbete a lo más alto y que si tienes que bajar, baja. Disfruta, pero camina y no te detengas en el camino. Si tropiezas, te levantas, aunque sepas que volverás a tropezarte. Nunca dudes y sobre todo que no se te olvide, que aunque soñar sea gratis, hace falta principalmente una cosa, para soñar primero hay que sonreír. Y sin esto, no puedes cumplir nada de lo anterior y sin sueños la entrada está PROHIBIDA aquí...



martes, 25 de marzo de 2014

Has dejado escapar tantos atardeceres por creer que eran todos iguales.

Si te hablo de mi no voy a gustarte, es algo que se de sobra. Mi gente es la de siempre, los que conocí cuando es época de conocer y se quedaron, y son ellos mi historia y los que me enseñaron.

 Puedo decirte que soy cabezota y caprichosa, que como algo se me meta en la cabeza tenemos un problema, voy en contra del viento hasta quedarme sin aliento, igual no lo consigo, pero lucho por ello. Para mis amigas soy la desastre y me encanta esa palabra, porque en realidad es eso lo que soy, un desastre. Despistada que ama los problemas, cualquier tipo de problema. Pero creo que no todo es malo, se que soy la fiestera del grupo y que si un fin de semana no salgo deben llevarme a urgencias porque estoy muy enferma. Pero también es cierto que no es que ame la fiesta, porque en realidad en mi ciudad es siempre lo mismo y la misma gente. Yo lo que amo es estar fuera de casa, me da igual el lugar, sólo quiero buena compañía, en un coche, en un banco, en un bar, en otra casa, en Madrid o en París. Soy la chica de buscar compañía para una noche y desprenderme enseguida por la mañana. Amo los abrazos desde el día que decidí quitármelos, pero también es verdad que prefiero dormir acompañada de mí misma.
Me gusta ser un desastre sí, pero porque cuando llega un nuevo desastre se que es lo que tengo que cambiar en mi vida. Siempre lo he dicho, no me gusta la rutina porque siempre viene algo para cambiarla y como no, soy una persona a la que le cuesta acostumbrarse a los nuevos cambios. Me gusta lo conocido, me acojona lo desconocido. Lo desconocido solo me gusta conocerlo de los lugares, porque para mi amamos las ciudades por los recuerdos que dejamos en ellas tras marcharnos, esos recuerdos mágicos de cualquier rincón de cualquier lugar del mundo que es para nosotros ya especial, y por suerte en mi lista ya tengo un montón de ciudades con buenos recuerdos.


Pero ya os he dicho que no todo es malo. Soy positiva y una de las cosas que más me gusta hacer en la vida es sonreír, sonreír al mundo y a sus penas, sonreír a los idiotas que nos hacen llorar o a los que lo intentan, sonreír para hacer a otro reír, pero en definitiva sonreír porque si.
En mi lista de cosas buenas tengo que meter también mi amor incondicional por esos pequeños animales llamados perros, especialmente por los míos, porque ojalá fuésemos capaces de transmitir lo que ellos nos transmiten sin necesidad de ningún tipo de palabra.
También he de decir que amo escribir (aunque esto no sé si es bueno o malo) pero que ya no lo hago tanto como quisiera, escribir me quitaba las penas cuando las tenía, es algo bueno con lo que he aprendido a vivir, que las penas cambian su sabor, su calor, su color y su olor.
Quien me conoce sabe que soy algo bromista y que no duro más de media hora hablando seriamente del tema del amor, pero quien me conoce también sabe porque soy así. Con el tiempo he aprendido que me gusta el tiempo, el tiempo que malgastamos, el tiempo que aprovechamos, el tiempo que esperamos, el tiempo que luchamos, el tiempo que sufrimos, el tiempo que usamos en amarnos y en odiarnos, el tiempo que usamos con los amigos y el poco que usamos con la familia, el tiempo en dormir y también en morir. En definitiva el tiempo para todo. Ha sido el tiempo quién me ha enseñado a ser quien soy, pues el transcurso del tiempo de mi último daño hasta hoy es quien me ha hecho ser. Y el transcurso que decidimos esperar hasta el siguiente daño es quien nos hace ser. Pues solo nosotros somos capaces de decidir si estamos dispuestos a soportarlo otra vez. Y eso es lo que yo he aprendido del tiempo, que nunca estuve dispuesta a soportarlo otra vez. Pero el tiempo también me ha enseñado algo, me ha enseñado a no recomendar a nadie lo que yo he hecho, porque una vez que te propones no volver a confiar en nadie más costará salir de ahí. Y ese fue mi error, que en vez de conocer gente me propuse desconocerlos. Pero también el tiempo te enseña a cambiar y a conocer gente que por suerte se queda  un ratito en tu vida.
También amo lo imposible, y aunque rechazo historias de amor se que por suerte me encantan las casualidades. Creo en el destino, en que estamos en el momento exacto y en el lugar adecuado para conocer a ciertas personas que harán de nuestra existencia un momento feliz.
Es verdad, solo he querido a un hombre en mi vida, pero no ha sido el único que me ha hecho feliz, y eso también me lo ha enseñado el tiempo.
Para mis amigas soy el bicho raro que no entienden como puedo aguantar soltera cuatro años tras ya saber que es el amor, y yo en verdad tampoco lo sé. No sé quien será ese chico que me haga feliz no sólo una noche, sino que me haga feliz un largo tiempo. Pero es que el jodido tiempo me ha enseñado a esperar, aunque suene raro, porque se que aunque tenga que esperar otros cuatro años aparecerá esa persona, en el mismo lugar y a la hora exacta para cambiar su vida y la mía. Y se que todo lo que ya haya vivido lo viví como tenía que vivirlo y que después me tocará vivirlo con alguien, por mucho que tarde en llegar. Se que soy complicada y un tanto extraña, que a veces llevo la contraria porque si y que me cuesta regalar amor, pero amo mi vida y sus giros inesperados, y que de momento, quien me hace feliz son mis amigas y algún que otro beso robado.

 Pero en definitiva, si de todo lo que he escrito tuviese que resumirme en una sola frase diría de mi que odio el silencio pero que a veces lo busco.