Que el corazón te palpite a cien por hora. Recuerda que llorar no suprime dolores. Que sueñes pero que no se te olvide volar. Súbete a lo más alto y que si tienes que bajar, baja. Disfruta, pero camina y no te detengas en el camino. Si tropiezas, te levantas, aunque sepas que volverás a tropezarte. Nunca dudes y sobre todo que no se te olvide, que aunque soñar sea gratis, hace falta principalmente una cosa, para soñar primero hay que sonreír. Y sin esto, no puedes cumplir nada de lo anterior y sin sueños la entrada está PROHIBIDA aquí...



miércoles, 1 de agosto de 2012

Rómpeme los esquemas, la rutina y las bragas, pero el corazón no


Esa sensación de acostarte y sentir que todo lo que haces no sirve para nada. Últimamente me pasa demasiado, como cuando robo un beso, un beso a cualquier desconocido, no hace falta mucho para ganarme, en el fondo quiero ser tan mala que termino siendo buena. Un abrazo, cuantas personas regalan abrazos por ahí, un montón, y cuanto me cuesta regalarlos a mí.
Que bonito es un atardecer en una playa, o en la entrada de una cueva o simplemente contigo. ¿Y quién es ese contigo? No está bien regalar momentos bonitos a nadie, no está bien regalar amaneceres, ni besos andados cogidos de la mano. No está bien reír, ni pegar, ni y mirar y gritar, no si no pretendes que ese alguien sea alguien.
¿Cuántas cosas haces bien? ¿Aun recuerdas que es eso? Siempre caminado hacia atrás, un pasito hacia delante significa tres hacia detrás, uno, tres. Vuelves a empezar. Tú y solo tú, cuantas veces te has intentado creer eso. Innumerables. La soledad es perfecta si sabes llevarla y en dos años no he sabido controlarla, y el tiempo pasa y parezco no cambiar. Parece que es verdad eso de que el dolor es capaz de cambiar a la gente, ¿y mi yo? Mi yo amable y dulce, mi yo inocente y feliz, mi yo fuerte y alegre, alegre como el sol cuando sale en verano. Ahora amo la lluvia, la lluvia en pleno verano, el sol en pleno invierno. Frío, cuanto adoro el frío, el frío de tu cuerpo y tu olor. Ni te imaginas como me sé de memoria tu olor. Fugaz, como cuando apareces en mi vida. Fugaz como cuando intento olvidarte y se me olvida, se me olvida quien eres y pretendes ser. Pero tampoco pretendo que seas, soy experta en hacer poco caso al pasado, pero me acojona el futuro. Que malos somos planeándole, está bien vivir tu presente, el problema es que tu presente pertenece a otras personas. Un abrazo. AHORA. Quiero un atardecer, he perdido demasiados en todo este tiempo, he tardado en reconocerlo, pero si no permites que nadie te conozca no vas a conocer a nadie. Nadie que sepa como hacerte feliz, nadie que te diga “que fea estás hoy, me apetece comerte a mordiscos, hoy, mañana y todo el tiempo que nos queda”.
Cuántas sábanas desechas, cuántas madrugadas sola…
Hasta la Luna está rodeada de estrellas.
Soledad que bonito nombre tienes, pero hay demasiadas Julietas demacradas buscando a su Romeo. Felicidad estúpida la llamaban. La he sentido, claro que si, como no voy a sentirla, pero no la recordaba. No recordaba que es sentir ver a esa persona con otra, cuántas veces a podido la razón al corazón, el orgullo a la cabeza. Impulsiva y caprichosa por naturaleza, y así me va. Podría odiarte, muchísimo, pero por suerte nunca podré odiar a nadie, solo a mi, como ahora, como mañana y como todo este tiempo tan eterno. Sufro de felicidad continua y aburre. Aburre mi yo continuo, mi yo sin un nosotros. O un yo contigo.
Supongo que cuando te convences de algo es casi imposible salir de ahí, imposible querer, imposible ser la tú de antes. ¿Es cierto que la gente cambia? ¿Qué las cicatrices nos definen? Un amor no debería cambiarnos, en ningún sentido, debería estar permitido ser igual de feliz sin él, porque es una gran putada que un amigo no pueda darte todo aquello que necesitas. ¿Dónde has dejado a aquella niña? Aquella que ya no jugaba , aquella que solo quería despertarse y mandar un mensaje, cualquiera, uno cualquiera. Quiero irme lejos, lejos de aquí. Quiero mi luna llena naranja de verano, nunca me falla y aún no la he visto…
Tumbarme, mirarla y preguntarme si todos los días de mi vida pretendo hacer esto. Y no, no quiero, como tampoco quiero un príncipe en mi puerta. Quiero un jodido cabrón que me digas “has engordado, pero cuánto te echaba de menos joder”.




PD: Y me di cuenta de que tenía que
 olvidarme de tí justo cuando empecé
 a olvidarme de mí.